Antonio Balsalobre y sus articulillos sueltos

Acorralado

A diferencia de Johnson que luce ahora una imagen de golfo redimido en asuntos de coronavirus, Trump, el descerebrado, el irredento, no parece tener remedio. Ni en cuestiones de salud pública ni democrática. Vayamos atándonos los machos. Porque de aquí al 3 de noviembre yo no descartaría nada. Los propios estadounidenses no descartan nada si se ve perdido. Mucho menos ahora que se ha hecho público su desfalco fiscal. El miércoles ya dio una puntada en la ONU lanzando graves acusaciones contra China. ¿Nos reservará alguna “sorpresa” para octubre? ¿Se sacará algún as “patriótico” de la manga? De un Trump acorralado, humillado en su pretensión de renovar su mandato, se puede esperar cualquier cosa. Hasta, dicen algunos, alguna escaramuza bélica que insufle ardor guerrero a sus partidarios. Arreglados estamos.

Caducado

Lo primero que habría que aclarar es que Carlos Lesmes, presidente del CGPJ, fue un alto cargo en el gobierno de Aznar. Lo segundo es que está ejerciendo un cargo caducado, puesto que su mandato acabó hace dos años, y que se encuentra presidiendo esta institución en una situación “anómala” de interinidad. Y lo  tercero, que Casado y el PP están bloqueando la renovación del CGPJ exigida por la Constitución porque tienen en este órgano una mayoría conseguida en los tiempos de Rajoy que no quieren perder. Si se hubiera cumplido esta elemental exigencia constitucional, probablemente el rey no estaría envuelto hoy en el lío institucional en que Lesmes lo ha metido revelando una conversación privada. Pretextando defender la monarquía, el presidente caducado del Poder Judicial ha utilizado al monarca como ariete en su estrategia de acoso al gobierno, y lo que es peor, le ha buscado un hueco en la foto de Colón.

Extremos

Hace tiempo que el independentismo catalán viene trabajando para provocar una ruptura con el Estado. El inhabilitado Torra es un mesías más de esa religión periférica que sigue clamando por la tierra prometida. Ha caído, pero vendrán otros. El trasnochado  y excluyente nacionalismo catalán siempre tendrá quien le escriba, tanto más mientras haya un ultranacionalismo español que le insufle vida. Algo que gran parte de la derecha viene haciendo también desde hace tiempo para retroalimentarse. Aprovechando ahora que la pandemia pasa por aquí, cada cual intenta doblar su apuesta. Y mientras unos estiran para allá para romper el Estado, otros para acá para deslegitimar al gobierno legítimo, y el presidente del Supremo del Rey para involucrarlo en esta contienda territorial e institucional, necesitamos más que nunca entre estos extremos un ejecutivo centrado, que en lugar de dividir, disgregar y enfrentar, intente buscar soluciones integradoras. Y en ello, sinceramente, creo que están.

“El barco ebrio”

“Los largos sollozos de los violines de otoño/ hieren mi corazón de una languidez monótona”. Aprendí este poema de Verlaine en mi adolescencia en ese templo sagrado y laico que los franceses llaman “la escuela de la república”. Me lo he recitado muchas veces desde entonces. Francia se desgarra estos días en una de esas polémicas estruendosas que tanto adoran nuestros vecinos galos: ‘Canonizar’ o no a Verlaine y Rimbaud, amantes y poetas malditos, en el Panteón, donde reposan “los grandes hombres de la nación”. Por si sirve de algo, diré que hace tiempo que me incliné por dejar a Machado en ese otro templo sagrado, laico y republicano que es el pequeño cementerio de Collioure. De Rimbaud, genial y rebelde, me quedo hoy con el título de uno de sus poemas: El barco ebrio. Esa nave mareada en que viaja la humanidad desde sus inicios y que zozobra especialmente en estos duros tiempos de pandemia.

 

 

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